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Mi primera vez… en el quirófano

Me reincorporo hoy después de la que ha sido mi primera experiencia quirúrgica y no me resisto a escribir unas líneas para valorar esta sensación. Aunque ya había oído sobre la despersonalización de la medicina, uno no termina de creérselo hasta que pasa por un trance de estos. Vale que se trataba de una –aparente- cirugía menor aunque con anestesia general y vale que para los médicos este tipo de intervenciones son minucias pero… para mi era “mi primera vez”. Como reza la tradición, la primera vez tiene que doler y vaya si dolió…

En el Hospital Madrid Norte Sanchinarro, lo primero que me llama la atención es la temperatura del antequirófano. Ahí estaba yo, con el culo al aire, apenas tapado por una sabanilla, tiritando de frío. ¿Será que estoy acongojado? Podría ser… Pero resulta que la temperatura en ese “corredor” es completamente heladora… supe que no era una exageración mía cuando empecé a ver personal de quirófano con ¡forro polar! Y ahí estábamos 6 ó 7 pacientes agarrándonos a las sábanas, castañeando los dientes y exprimiendo la sábana tratando de obtener una pizca de calor. ¿Nadie ha pensado que si el personal tiene frío, los pacientes tendrán mucho más?

La segunda sensación fue aquello de la anestesia… Oye, ha sido como tomarse cuatro gintonics de un solo golpe. Me sorprendió que en las películas parece que en cuatro segundos caen “fritos” y yo estuve dándole palique al anestesista durante unos minutos mientras me decía, sin duda para tranquilizarme, “vaya, cómo tienes las vías…. O tienes miedo o tienes frío”. Claro, uno siempre tiende a agarrarse a la segunda opción, y visto que él llevaba chaqueta y gorro y yo iba con el mundo al aire me parecía más razonable.

La parte menos agradable ha sido cuando ha empezado a elegir qué tamaño de según qué aparato me iban a colocar en la laringe… por lo visto, soy de talla grande. He preferido cerrar los ojos y disfrutar del combinado intravenoso.
La aventura continúa con el despertar de la anestesia… ¿Pero qué es esto? ¿Porqué me duelen partes del cuerpo que no me han operado y la que me han operado no me duele? Yo que esperaba un plácido despertar y lo que me encuentro es que es como si me hubieran dado una paliza monumental. A ver, que alguien me explique por qué me duelen los músculos de la piernas como si hubiera corrido cinco kilómetros; que me digan por qué tengo la espalda dolorida a lo largo y lo ancho y apenas puedo pestañear. Que me expliquen por qué tengo agujetas en el abdomen y en el tórax y cada vez que hago por mover un músculo me duele todo…

¿Qué es esto?
Lamentablemente no pude preguntárselo a nadie porque mi querido cirujano ¡se ha pirado de vacaciones dos semanas! Hizo una breve visita a la familia que esperaba en la habitación y ha desaparecido…! ¿Cómo se le habría ocurrido pensar que saber ese detalle me iba a importar? ¿Cómo me iba a dar explicaciones, a mi, a su último paciente? ¿Alguna duda?
¿Alguna pregunta? Pues ya si eso cuando vuelva… Mientras, pase por la consulta que “algún” médico le atenderá y le quitará los apósitos. ¿Cómo que algún médico? ¿Ni siquiera uno con nombre?

Pues el Dr. “Algún”, con menos ganas que espíritu me hizo las curas correspondientes y cuando ya me despachaba con viento fresco me atreví a preguntar “oiga, doctor, ¿no debería darme alguna indicación de cómo hacerme las curas en casa? Yo lo digo por aquello que he leído en “Internet” y que tiene que ver con esto…” El Dr. “Algún” se volvió como pillado en falta.

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